lunes, octubre 01, 2007

Cuando el hambre se convierte en inanición

Nuestro cuerpo realiza actos heroicos sacando nutrientes de las porquerías que comemos a diario. El cerebro, como un músculo inagotable de consumo calórico, demanda de tiempo completo chispas de brillantez para evitar cosas tan sencillas como defecarse en los pantalones o auto-regular nuestras actividades de tal forma que las podamos transformar en algo productivo.

Desgraciadamente no tengo la experiencia suficiente en el ámbito internacional como para generalizar que la falta de cultura disciplinaria es un mal que aqueja al mundo; sin embargo puedo garantizar que afecta a una gran parte de la población mexicana.

Yo trabajo en un ambiente donde la auto-disciplina, auto-exigencia, auto-flagelación, autonomía entre demás 'auto's son el regente operacional de las personas. Desgraciadamente el exceso de inteligencia es necesario para que una cultura auto-dirigida opere exitosamente; la falta de controles que prevalece en este tipo de 'modus-operandi' corporativo puede fungir como la válvula de escape crónica de productividad empresarial.

Cuando el equipo de trabajo es auto-dirigido nada más por título diplomático y no por la realidad, el re-trabajo y la ineficiencia se convierten en regentes; sin embargo, la inercia de dicha cultura obvía un rechazo al control, las reglas y las prácticas que disciplinen la ya enquistada auto-regulación disfuncional de la gente.

Aquí es donde la libertad cobra la factura y la empresa debe hacer mejor a su gente desde adentro removiendo desde lo más profundo del subconsciente las falsas excusas que cada quien nos ponemos para justificar nuestra propia capacidad de producir algo bien y a la primera.

Nos hacemos valer de cualquier clase explicación lógica para evitar pensar: "trabajo en un equipo donde mi propia libertad me permite diseñar mis propios métodos de trabajo, los cuales, desgraciadamente distan de funcionar. Necesito un régimen corporativista castrante cuyas reglas me hagan enojar cada mañana al despertarme y definan cada paso que doy en el día, cada página que consulto, cada mensaje que escribo, cada línea de código que programo, ya que de no ser así, la resultante de mis esfuerzos 'auto-dirigidos' convergen en el punto donde me encuentro en estos momentos: productividad constante de productos henchidos de problemas los cuales, como virus, permean al resto de las personas que a su vez adicionan más ineficiencia al proceso con el único aparente objetivo innegable y seguramente alcanzable: alejar a un cliente de volver a contratarnos en su vida.

Agraciadamente la gestión corporativista basada en teoremas de la revolución industrial no ha convencido a esa neocorteza ya debilitada por los golpes de razón del día a día. Estamos todos convencidos que existen maneras de auto-dirigirnos de una manera que realmente funcione; pronto pondremos a prueba nuevos conocimientos, que aunque son importados (PSP), estamos seguros que habilitarán nuevas ideas que nos acerque un poco más a simplificar la vida de nuestros clientes, la nuestra y, en general, de toda persona que tenga contacto directo o indirecto de este grupo de personas que están cambiando al mundo.

Nos dará hambre, y la uniremos con las ganas de comer.